Hábitat: Existen aproximadamente 130 especies de búhos, incluidas las lechuzas. Hay búhos del tamaño de un águila, como el búho real y otros tan pequeños como palomas, entre ellos, los mochuelos y los autillos. Su hábitat es muy variable e incluye desde los bosques de pinos hasta zonas de parque con árboles dispersos. Algunos de ellos viven en los suburbios de las ciudades donde se alimentan de gorriones. Los búhos nivales, que son blancos, anidan en la tundra de América y Eurasia. El cárabo común o pardo es uno de los búhos más corrientes de Europa, donde también habita el búho real.
Costumbres: Los búhos viven en solitario, excepto en la época de cría. Cada uno se reserva un territorio de caza que constituye su coto privado. Durante el día se refugian en una rama alta, en troncos vacíos, entre las rocas o en alguna construcción abandonada. Allí permanecen inmóviles, ocultos, dormitando. Raramente cazan durante el día ya que a partir de que se pone el sol, su agudeza visual, dependiendo de la especia, es de 35 hasta 100 veces mayor que la humana. El sentido del oído también lo tienen extraordinariamente desarrollado. Su sensibilidad a las altas frecuencias les permite oír a los roedores que producen estos sonidos vocalmente o al rozar las hojas secas y las ramas. Cuando oyen a su presa, arremeten silenciosamente bajando en picada. Después despliegan sus garras y la golpean mortalmente. Regresan a su escondrijo al despuntar el alba, habiendo dividido su tarea nocturna en dos periodos separados por un descanso intermedio.
Reproducción: Crían al comenzar la primavera anidando en la oquedad de un tronco, en nidos abandonados o en alguna depresión de terrenos altos que les permita avizorar los alrededores. Ponen de 2 a 6 huevos que incuba la hembra durante poco más de 30 días mientras el macho se encarga de suministrarle el alimento y mantener la vigilancia apostándose en algún lugar cercano. La incubación da comienzo en el momento en que ha sido puesto el primer huevo, de manera que las crías eclosionan una tras otra y puede darse una diferencia de talla considerable entre el mayor y el menor de la nidada.
Los padres los crían hasta las 5 semanas, cuando los pequeños búhos ya pueden volar, aunque permanecen junto a los padres otros tres meses intentando aprender a cazar. Cuando abandonan a sus mayores deben buscar cada uno su propio territorio alejándose de la zona que normalmente ya tienen repartida los adultos. Frecuentemente son expulsados de uno y otro lugar por los adultos, lo cual les deja poco tiempo para aprender a cazar bien, por lo tanto hay muchas muertes por hambre entre la población juvenil de búhos.
Alimentación: Los búhos nivales suelen apresar lemings, susliks y otras aves. El resto de los búhos cazan pequeños mamíferos, de preferencia musarañas, ratas y ratones de campo; aunque también apresan topos, gazapos, conejos y comadrejas. Cuando este tipo de animales escasea, pueden llegar a cazar avecillas cantoras y palomas, incluso murciélagos pequeños y aves de corral. En ocasiones complementa su dieta con peces, ranas, gusanos e insectos.
Enemigos: Los humanos que destruyen su hábitat debido a la tala de bosques y la alteración de sus ecosistemas. Un búho real, por ejemplo, necesita un territorio de aproximadamente tres hectáreas para cazar y poder alimentarse debidamente. También por causa de los humanos, los búhos sufren atropellos, electrocuciones, disparos o robos de nidos.
Expectativa de vida: Hasta 20 años para los pocos búhos que logran sobrevivir a su juventud, encontrar un territorio adecuado y convertirse en expertos cazadores.
Hechos interesantes: Aunque sus grandes ojos se hallan perfectamente adaptados para la visión nocturna, no distinguen los colores. Tampoco pueden mover los ojos de lado a lado, tienen que mover su cabeza completa, lo cual les resulta muy fácil ya que pueden imprimirle un movimiento casi circular sin necesidad de mover el cuerpo.
Los búhos son vociferantes y sus gritos forman un bien desarrollado lenguaje. Cuando están criando y un intruso se acerca, su voz de alarma, consistente en un graznido ronco que se repite hasta seis veces y si, pese a su alarde, el intruso consigue llegar hasta el nido, el búho macho no vacilará en abalanzarse sobre él o en adquirir un aspecto aterrorizador, agachando el cuerpo y ahuecando las plumas mientras extiende las alas en toda su extensión con los ojos fijos en el enemigo.